El desafío profesional de la escuela en la era de
la posverdad
Texto es de autoría colectiva por todos los integrantes del
Seminario SUBJETIVIDAD - IDENTIDAD - POSVERDAD.
Mayo de 2025
Texto es de autoría colectiva por todos los integrantes del
Seminario SUBJETIVIDAD - IDENTIDAD - POSVERDAD.
Mayo de 2025
Ante todo, hay que reconocer que no hay rincón alguno en el mundo de la institución escolar de nuestros días inmune o ajeno a la invasión de toda esa fenomenología derivada de asuntos como Inteligencia Artificial, Redes Sociales Digitales, Smartphone, Posverdad. Cabe afirmar que la pedagogía en tanto disciplina académica y la enseñanza en tanto práctica profesional de los maestros se encuentran en estado de agitación extrema, incluso en estado de crisis frente a estas realidades ya hoy ineludibles y omnipresentes.
La perplejidad que estremece a la pedagogía y a la enseñanza en sus fundamentos mismos, denota, desde luego, un proceso de metamorfosis de la condición humana cuyas convulsiones denuncian el agotamiento de una era civilizatoria al tiempo que reclaman el advenimiento de una nueva era que ninguna ciencia ni ninguna ideología pueden determinar o diseñar. De hecho, el propio maestro no puede ya escapar a ese mercado totalitario que se conoce con el exacto oxímoron de realidad virtual.
En la práctica de todos los días, con o sin su aprobación, o incluso a pesar de su expresa prohibición en los casos más extremos, el maestro enfrenta un mundo infantil permeado de arriba a abajo, desde la raíz pulsional hasta la proyección conductual, por el régimen de la sobreinformación administrada por los algoritmos sesgados desde las usinas de bigdata que reinan sin cortapisas en el mercado de la posverdad.
Desde fuera de la institución escolar, un coro vociferante de apóstoles de la nueva era pretenden adoctrinar al cuerpo docente según las distintas y antagónicas opciones que predican sus evangelios variando desde las más extremas posiciones tecnólatras (poshumanismo, por ejemplo) hasta las más reaccionarias actitudes tecnofóbicas que piden volver a las cavernas de la desconexión total de la realidad virtual.
Como siempre, entre la inmensa masa de maestros concienzudos y responsables que pueblan la institución escolar, todavía despuntan núcleos más o menos cohesionados de maestros de vanguardia que resisten en la práctica diaria de sus aulas contra el avasallamiento de las modas y discursos cientifistas que, sin pudor alguno, invaden el terreno propio de la disciplina pedagógica y pretenden ordenar arbitrariamente la práctica docente en función de sus fórmulas presuntamente renovadoras y científicas.
Dicho lo anterior, podemos definir que el desafío profesional de la posverdad en la Escuela interpela a maestros y directivos docentes en dos sentidos que, desde luego, no discurren por separado en la vida concreta del ejercicio docente pero que para efectos de su abordaje académico deben mantenerse claramente diferenciados. En primer lugar está el problema teórico de qué es lo que debe entenderse propiamente por ese concepto que ya no podemos nombrar sino como «posverdad». Y por otra parte tenemos que atender sin dilación la nueva realidad vital que maestros, padres de familia y alumnos que se deriva del hecho antropológico de la disgregación irreversible de los lazos que antaño imbricaban a los individuos en el tejido social. [1]
En cuanto a lo primero, nuestra investigación rectoral ha logrado establecer un consenso firme. Entendemos que la posverdad es un estado emergente de la civilización en el que, debido al debilitamiento sistemático de los lazos de solidaridad y pertenencia que caracterizan la especie humana, la conducta de los individuos y de las comunidades humanas responden primordialmente a prejuicios y emociones primarias antes que a razones o principios compartidos. Se trata, pues, de una verdadera mutación de carácter antropológico que cierra probablemente para siempre lo que se conoce como la era de la Ilustración y que pone por primera vez a la humanidad como sujeto histórico frente al desafío de su propia supervivencia como especie.
Cabe advertir aquí aunque sea de manera muy escueta que la posverdad no es en absoluto hija de la tecnología, la automatización o la digitalización cada vez más asombrosa de la vida cotidiana a través de la así llamada inteligencia artificial. Más bien es al revés: esta tecnología y sus consecuencias más avasalladoras son hijas de ese desarraigo y deserción de los principios tutelares que garantizaron desde siempre el andar de las distintas comunidades y pueblos a lo largo de la historia bajo la protección de valores éticos relativamente seguros y dignos que cada nación asumió. Principios tutelares que fueron demolidos uno a uno por fuerza de la codicia y la crematística que ya a principios del siglo xx, “produce la desaparición definitiva del campesinado bajo el empuje irresistible de la llamada “revolución verde”, es decir, el abrumador auge de la productividad agrícola a partir de la manipulación genética y tecnológica de los procesos naturales de siembra, fertilización/fumigación, cultivo y cosecha de alimentos y demás materias primas agrícolas.”
Y es así que emerge el problema pedagógico propio de nuestro tiempo: todas las certidumbres que hasta mediados del siglo xx sustentaron la institución escolar de la modernidad, y dentro de ella la enseñanza como oficio profesional del maestro, quedaron demolidas sin residuos a manos de la hipóstasis de la información por sobre la conciencia racional. Surge, entonces, la pregunta ontológica y disciplinaria: ¿Es posible todavía la Escuela? ¿Se justifica el oficio de maestro? ¿Cuál Escuela y qué Maestro para la era de la posverdad?
Tres interrogantes existenciales condicionan en la actualidad la educación en general, la institución escolar y el ejercicio concreto de la enseñanza. En primer lugar, corresponde a los pedagogos dilucidar la siguiente pregunta: ¿Cómo impacta la disolución de la familia nuclear burguesa en los procesos básicos de formación de ideales y en los procesos de identificación que antaño se surtían en la edad infantil? En el marco de la familia tradicional, (incluyendo en este conjunto a las familias más o menos disfuncionales respecto de los cánones sociales) estos procesos fundamentales del ser humano se surtían de manera espontánea, o sea, sin plan ni conciencia expresa del asunto, bajo la ley del amor y el cuidado hogareño. Ahora, el amor y el cuidado hogareño han cambiado de naturaleza porque la ley del amor ha sido sustituida cada vez más radicalmente por el régimen del algoritmo sesgado por el interés mercantil.
En segundo lugar y como derivación natural de lo anterior, aparece la pregunta por ¿Cuál es el margen de competencia que la institución escolar puede reservar para sí en cuanto a la formación de la voluntad en los niños y adolescentes cuya formación yoica está atravesada por el vaciamiento de las relaciones cara-a-cara que se propaga a través de las redes sociales digitales?. En un abordaje pesimista, la respuesta está en la opción cada vez más normalizada social, legal y operativamente de la llamada homeschooling. Pero en la perspectiva humanista de la pedagogía, la cuestión exige en verdad una metamorfosis total de los contenidos, los métodos y los enfoques actuales de tal manera que cada escuela consiga el ideal de enseñar a todos (padres de familia, alumnos y maestros) los valores universales y trascendentes de la libertad, la igualdad y la fraternidad como norma efectiva de conducta personal y régimen superior de la vida en comunidad.
¿Hasta qué punto es posible sostener y promover la ética del buen vivir en las condiciones de desarraigo total que la tecnociencia y la crematística ha impuesto al hombre contemporáneo? Esta última pregunta es, desde luego, un desafío ideológico, teórico y práctico abierto. Una cosa está clara: no se trata de un adoctrinamiento lógico ni de un aislamiento ascético. La institución escolar de la actualidad tendrá que tejer la autoridad pública y desarrollar las maneras prácticas para convertirse en núcleo efectivo y vanguardista de una nueva forma de democracia local centrada en el desarrollo sostenible y justo del territorio vecinal.
Referencias
[1] Hobsbawm, E. (1995) Historia del siglo xx. Barcelona: Editorial Crítica